domingo, 4 de mayo de 2014

Pendientes del campo, como hace 120 años



Por Mario Alarcón Muñiz / Cae la producción agropecuaria. Los números son preocupantes. Ya no es este el granero del mundo. Pero todo el país espera ahora un buen resultado de la soja, que nos aliviará al menos por lo que resta del año. 
El gobierno nacional se acordó del campo el lunes pasado, cuando la Presidenta anunció la devolución de retenciones a 10.500 productores por exportaciones de trigo. Para lo que este rubro de la producción significa a las arcas nacionales, no es mucha plata: 206 millones de pesos, vale decir un promedio de 20.000 pesos por agricultor. Nada llamativo para tanto ruido. Menos aún si comparamos ese monto con lo que mensualmente percibe un funcionario o un legislador. De todos modos, mal no le viene al chacarero el reintegro del dinero que le sacaron hace un año. Uno se pregunta: si se lo iban a devolver, ¿para qué se lo quitaron? Gran interrogante de estos tiempos. Los beneficiados no son todos los agricultores, sino aquellos que el año pasado se inscribieron en el plan propuesto por el gobierno, mediante un fideicomiso, para producir más trigo. Los productores del cereal son 30.000. Afuera quedó la mayoría. No adhirió al plan, probablemente incrédula después de tantos anuncios incumplidos. Ya hubo en 2009 un programa de devolución de retenciones, que se perdió en la neblina. Y se produjo menos trigo. A tal punto llegó el desaliento que la cosecha 2012/13 fue la más baja en un siglo, alcanzando la mitad del volumen de 16 millones de toneladas logrado en 2007. 
La década perdida. Los buenos precios internacionales impulsaron la recuperación registrada con la última cosecha que produjo unos 10 millones de toneladas. Pero sigue siendo un rubro en descenso, si se recuerda que la cosecha 2003/04 obtuvo 14,3 millones de toneladas. Para el trigo ha sido una década perdida. No acompaña demasiado la autorización oficial de exportar medio millón de toneladas, anunciada por la Presidenta en su discurso del lunes. Pese al énfasis oficial, es un volumen mínimo que poco modifica las cosas, según los expertos. En el período 2004/08 nuestro país exportó un promedio de casi 10 millones de toneladas anuales, cifra que se redujo en el tramo 2009/13 a un promedio de 6,2 millones por año. No es para tanto, entonces. Por lo demás, gremialistas agrarios han asegurado esta semana que el productor mediano y pequeño, apremiado por los compromisos financieros, ya vendió ese trigo a precios muy inferiores. Lo compraron, por supuesto, acopiadores y exportadores que ahora lo colocarán a precios internacionales. Esto es lo que el relato oficial trata de esconder. Las corporaciones siguen viento en popa. “No queremos prebendas”.   El que pierde es el chacarero. “En las actuales condiciones el agricultor no puede seguir trabajando”, sentenció el dirigente cooperativista Edelmiro Oertlin, luego del informe sobre el trigo proporcionado el lunes en Paraná por Coninagro y Fedeco, de manera conjunta. La explicación fue muy simple: no es un negocio rentable. Así no se puede trabajar. Sin embargo, lejos de excederse en los reclamos, el dirigente de Coninagro, Carlos Garetto, en la misma oportunidad aclaró: “No queremos prebendas, sino reglas claras y previsibilidad”. Quizá sea este el centro de la controversia. Según se ha visto en los últimos diez años y de manera más acentuada a partir de 2008, el gobierno actúa a los bandazos respecto del agro. No hay planes, sino acciones aisladas según las circunstancias. Tampoco se miden las consecuencias de ciertas medidas. Por ejemplo, durante la cosecha gruesa con parte de ella vendida anticipadamente, aumentaron tres veces los combustibles. Y esto no es poco para el campo. 
En retroceso.   Un estudio publicado el martes en La Nación nos coloca frente a la realidad del campo, transcurrida la década K que ya va para once años. Fuera del trigo, citado en párrafos anteriores, la caída de la exportación de carnes es alarmante. En 2005 se exportaron 771.000 toneladas; en 2013, 204.000, bastante menos de la mitad. Brasil, Uruguay y Paraguay nos dejaron atrás. En cualquier momento nos pasa Nicaragua. Se dirá que se ha producido más para el mercado interno, pero no es así. De manera global también cayó la producción, de 3,1 millones de toneladas en 2005 a 2,8 millones en 2013. En la década cerraron 125 frigoríficos y quedaron sin trabajo 15.000 obreros de la carne. En 2006 había 50.000 agricultores. Hoy suman 30.000. En 2008 trabajaban en el país 68.757 explotaciones agropecuarias de distinta dimensión que se han reducido en la actualidad a 65.511. En consecuencia están desapareciendo mil explotaciones por año, en su mayoría pequeñas y medianas. Como la tierra no desaparece, ¿quién se queda con ella? Los grandes, por supuesto. Es decir, las corporaciones, de cuyo acoso suele quejarse el oficialismo. 
Un tratamiento distinto. Ahora viene la soja. Su crecimiento ha sido explosivo. Se espera por estos días una cosecha de 54 millones de toneladas, contra 31,5 millones de la campaña 2003/04. Los buenos precios internacionales, la mayor resistencia -dicen los entendidos- de este cultivo a las alteraciones climáticas y los estímulos oficiales, han posibilitado un ascenso notable de la oleaginosa dentro del cuadro de producción nacional. El asunto tiene sus bemoles -según los mismos entendidos- porque empobrece el suelo. No obstante, al menos por este año, nos permitirá sacar la cabeza afuera. Sólo por retenciones de la soja en marcha, el gobierno embolsará casi 10 mil millones de dólares. No es para tirar manteca al techo porque esa plata no alcanza a cubrir lo que se gastará este año en importar gas y petróleo, pero será una buena ayuda. Es de no creer. Todo el país espera la soja para mejorar la economía. O para evitar que siga empeorando. En otras palabras, vivimos pendientes del campo. Su suerte será la de todos. Suba o baje. La dependencia del campo nos sitúa en el país de finales del siglo XIX y aquella historia del granero del mundo. No está mal. Pero revela que nada ha cambiado. Y ante tal comprobación, el campo merece otro tratamiento. 
 Publicado en EL DIA de Gualeguaychú el 4 de mayo de 2014. Se reproduce por gentileza del autor.-

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